sábado, 9 de febrero de 2013

Infancia - María A. Mónaco



La luna salía de su cáscara sin miedos
y un carretel de estrellas
tomaba su lugar en el gran techo.
Debajo, nuestros pies de niños,
en la rústica alfombra de gramíneas,
ansiosos, buscaban el halo de luz
que proyectaba cada astro.
Hace un cuarto de mi vida, varios años,
algunos rememoro, otros se han perdido
en la antesala del pasado.
Hoy, es el brillo de la ausencia
(¿los seres que se han ido aún nos hablan?)
el que encuentro en el cielo oscurecido.
Una conexión premonitoria.
Nadie mas que tú, nenito mío,
con tus cuatro años de inocencia
me pregunta si mirando las estrellas
hemos de pedir un deseo,
ése que solo ha de cumplirse cuando el sol del nuevo día
se lleve las palabras.
María Andrea Mónaco


4 comentarios:

  1. ¿Y cuánto hay que volver para dejar de ser?

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  2. hacer una poema tan bello sin caer en los lugares comunes, con hermosas metáforas. un placer leerte, K.

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  3. Hola María, por esas cuestiones del camino, se me había perdido tu paradero. Hoy, por esas mismas cuestiones, me ocupé de encontrarte, andaba yo buscando poesía de la buena y sabía que donde vos habitás la iba a encontrar.
    Y si... yo estoy seguro que esos seres nos hablan, el asunto es que nos detengamos a escucharlos.
    Ahora si, ya no perderé tu rastro, me anoto en tu libro de huéspedes.
    Un saludo afectuoso.

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  4. Hola María, por esas cuestiones del camino, se me perdió tu paradero. Hoy, por esas mismas cuestiones, me ocupé de encontrarte, andaba yo buscando poesía de la buena y sabía que donde vos habitas las iba a encontrar.
    Y si... yo estoy seguro que esos seres nos hablan, el asunto es que nos detengamos a escucharlos.
    Ahora si, ya no perderé tu rastro, me anoto en tu libro de huéspedes.
    Un saludo afectuoso.

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