Soles
Soles hambrientos de arena.
La huella del día nos separa.
Ni acá, ni a mitad de la vida:
un poco más lejos de la roca
que cargamos en el bolsillo.
Día a día, el viento salino crece
y espera mojarnos el pelo de rocío.
Pero el momento no llega.
Los satélites giran como dioses
que tiempo atrás enloquecieron.
María A. Mónaco