que aquella tarde se deshizo en tu mirada
(yo observaba el cielo náufrago detrás de tu silueta).
La cuerda de Bengala amarró la tempestad
y los miedos táctiles mojaron el paisaje,
tus manos, la quietud, los pensamientos.
Tus pies dormidos como anclas coloniales,
el poema de Borges en la arena,
el sol cubriéndonos de trigo la cabeza.
No conozco las huellas de tu vida,
el ancestro retazo de tus pasos.
Los míos se marean en un círculo sin fin.
Dueño de un instante tu abrazo se proclama
viento mensajero, preludio del Eterno.
El principio se hace luz
como el oro de los tigres que nace del poniente.
María A. Mónaco
Muy hermoso y emocionante, Maria A. Leerlo evoca en mi sensibilidad y momentos gratos. Un abrazo cariñoso, Magda.
ResponderEliminarMuchas gracias Magada, por tus palabras que llegan a lo mas profundo del corazon, un gran abrazo, María
EliminarMe resulta un poema estupendo, amiga. Te felicito.
ResponderEliminarSaludos