Suave encantamiento
Profundos y plenos
cual dos graciosas y pequeñas inmensidades
moran tus ojos en tu rostro
como dueños;
y cuando en su fondo
veo jugar y ascender
la llama de un alma radiosa
parece que la mañana se incorpora
luminosa, allá entre mar y cielo,
sobre la línea que soñando se mece
entre los dos azules imperios,
la línea en que nuestro corazón se detiene
para que sus esperanzas la acaricien
y la bese nuestra mirada,
cuando nuestro ser contempla
enjugando sus lágrimas
y, silenciosamente,
se abre a todas las brisas de la Vida;
cuando miramos
las cenizas de los días que fueron
flotando en el Pasado
como en el fondo del camino
el polvo de nuestras peregrinaciones.
ojos que se abren como las mañanas
y que cerrándose dejan caer la tarde.
cual dos graciosas y pequeñas inmensidades
moran tus ojos en tu rostro
como dueños;
y cuando en su fondo
veo jugar y ascender
la llama de un alma radiosa
parece que la mañana se incorpora
luminosa, allá entre mar y cielo,
sobre la línea que soñando se mece
entre los dos azules imperios,
la línea en que nuestro corazón se detiene
para que sus esperanzas la acaricien
y la bese nuestra mirada,
cuando nuestro ser contempla
enjugando sus lágrimas
y, silenciosamente,
se abre a todas las brisas de la Vida;
cuando miramos
las cenizas de los días que fueron
flotando en el Pasado
como en el fondo del camino
el polvo de nuestras peregrinaciones.
ojos que se abren como las mañanas
y que cerrándose dejan caer la tarde.
Macedonio
Fernández (1874-1952)
Publicado el 14 de noviembre de 1904 en Martín Fierro
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