Siete de la tarde
Siete
de la tarde.
Bendita
hora de brújula secreta.
Mis
ojos voltean hacia el muro
de lo
irreversible.
La
bruma llega como el manto
de
olvidos y dolores de todas las mujeres.
La
calle es puente y grieta.
Un día más y no habrá vida.
Es ahora: en el desquicio
en la
obsesión, en la caída,
cuando
el sol se inclina
en el
doblez que un día fue nuestro.
No hay
palabra
que desnude
el viento.
Sólo
Dios sabe los misterios
de esa
maldita hora
en que
mis voces callan.
María
Andrea Mónaco
Me ha gustado mucho el poema. Un abrazo
ResponderEliminarmuchas gracias María José! que tengas un Año 2014 con mucha luz y amor, un abrazo!
ResponderEliminarHola María: veo un poema con mucha garra, intimista, que trata de doblegar al tiempo.- LIndo.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola José (Arruillo), el tiempo, testigo de nuestras acciones y emociones, buena interpretación, un abrazo!
EliminarGracias
¿Y por qué las siete?
ResponderEliminarHola Rafa! porque las siete de la tarde es mi "hora poeta", un poco antes o un poco despues, hace un tiempo me di cuenta que la mayoria de mis poemas están escritos a esa hora bendita en la que asoma la mujer lírica, hora maldita en la que se precipita la oscuridad que deja ver lo que lo ojos no alcanzan. Un abrazo!
ResponderEliminarCuriosa hora por no ser extrema en ningún sentido.
ResponderEliminarUn saludo, María.
El poema me resulta muy bien, amiga, de mucho ritmo. Estupendo!
ResponderEliminarMis parabienes + Abrazos