Una epifanía se escribe
en la tela de mi mar sureño.
La gota de rocío se despierta celosa.
La madrugada despide
mis horas de sueño que no fueron.
Un desayuno de dudas.
Mi voz a un céntimo del llanto.
En el revés de mis ojos
la evanescencia de los miedos.
Sólo la tormenta del otoño
puede limpiar las hojas secas.
El reloj marca las ocho.
La primera gota,
el comienzo.
María A. Mónaco
Foto: Marko Korosec
En algo así debió pensar Vivaldi para el tercer movimiento de su "Verano".
ResponderEliminarUn saludo, María.
sin pretensión de hacer comparación alguna con Vivaldi, ahora que lo dices... encuentro ciertas analogías, si, gracias Rafael por tus palabras! un abrazo
EliminarSe me da muy bien el poema, amiga. Estupendo!
ResponderEliminarAbrazos
muchas gracias amigo, abrazos de vuelta!
EliminarUna tormenta de bien hacer poético es el que destila tu poesía.- Besos
ResponderEliminarGracias José, en lo que a mi respecta siempre el acto de creación siempre es "tormentoso". Abrazos
Eliminar¡María qué excelente poesía! No puedo menos que relacionarla con el mar de Monte Hermoso en invierno
ResponderEliminarEsa tormenta, mereció la pena si dio este poema como resultado. Abrazos.
ResponderEliminarQué caiga esa lluvia,
ResponderEliminarqué rompa la tormenta!
Fregará el barrizal
y podrá "limpiar las hojas secas",
de los crisantemos
las escamas que desprende
tu coselete de mariposa
para que no te impidan volar.
Un poema dedicado e inspirado por leerte. Un abrazote.